* “La ruptura de aguas del útero precede al nacimiento de un niño para los pueblos de todos los tiempos. […] la Diosa era la fuente del agua sustentadora de la vida, que caía del cielo como lluvia y surgía de debajo de la tierra para construir manantiales, ríos y lagos. De la misma manera en que la luminosa franja de estrellas denominada Vía Láctea evocaba el flujo de alimento que manaba de sus pechos, la tierra se percibía como envuelta por aguas que, cayendo en forma de lluvia, la impregnaban para que pudiese dar a luz. El agua era necesaria para las plantas y los animales, como también para los humanos, por lo que debió de percibirse como la encarnación misma del poder generador de la Gran Madre: la fuerza vital que ella ofrecía o retenía para sí.” Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la Diosa”
* “En muchas cosmogonías antiguas el principio creador de todo es la propia agua, identificada como la Diosa, quien con su voluntad da existencia al mundo. […] Veamos algunas de estas diosas del agua: En Japón está la diosa Izanami y su consorte Izanagi que formaron la tierra a partir de las aguas primordiales y luego parieron a sus hijos, las constelaciones y todo lo demás. […] En Nigeria la diosa Yemonja (del agua dulce y de la sal) dio a luz al sol después de yacer con su hermano el Suelo. El culto a esta diosa fue llevado por esclavos a América, donde se la conoce como Yemanja, la diosa del agua, representada muchas veces como una sirena. En Egipto la diosa Neit, el agua de arriba y agua de abajo es la Señora del mar. El mundo y todos sus seres permanecen suspendidos en su interior. El mito australiano de Imberombera narra que la Diosa, así llamada, emergió de las aguas, creó la tierra y la pobló con animales, vegetales y seres humanos que extrajo de su cuerpo. […] La Diosa madre (el universo como un Todo) surgió del mar o del caos: desde la Mammu Sumeria, pasando por la Isis egipcia, la Afrodita griega, hasta la María cristiana, cuyo nombre significa mar en latín. En muchas mitologías, como hemos visto, la diosa y las aguas primigenias eran la misma cosa.” Gonçal Vicens Bordes, “La Diosa de las aguas primigenias”
* Según un chamán bosquimano:
“Nuestros mayores dicen que antes de que hubiera animales que corrieran sobre las praderas, antes de que hubiera plantas que cubrieran las rocas y los barros, no había más que dos potencias, la luz y el agua, el sol y el mar. Y un día la luz se enamoró del agua, el sol se enamoró del mar y tuvieron lugar las más felices, profundas y placenteras bodas que hayan ocurrido jamás. Y los rayos del sol, como el miembro viril de un gran dios, penetraron en el lecho de las aguas. Y de aquellas bodas surgió la vida, que somos todos nosotros.” Lauren Van der Post, “El corazón del cazador.”