* “Las trazas más antiguas de la poderosa religión del Gran Astado, que floreció a través de las tierras de Eurasia antes de que comenzara la historia, se localizan principalmente en las pinturas rupestres del período Paleolítico (Les Trois Freres). […] dador de la muerte y de la fuerza vital, representado como un hombre astado, es probablemente la concepción más temprana de la Divinidad, junto a la iconografía de la Madre Suprema, que cristalizó en las profundidades de la psique prehistórica.
El Gran Dios era el Cazador Divino que permitía a sus fieles la caza, que propiciaba y otorgaba buena suerte a los creyentes que perseguían las manadas de bisontes salvajes, ciervos y cabras. Para estos cazadores prehistóricos, el Dios de Dos Cuernos era la encarnación del Dador de Vida y Muerte, el implacable y poderoso poder que dominaba sobre las praderas. […]
Sin embargo, el Maestro nunca fue una simple deidad de la caza, ya que encarnaba los diferentes estados de trance del espíritu y los éxtasis mágicos cultivados entre los tempranos chamanes del Pleistoceno. […] Dentro de la imagen del Antiguo Señor, el Dios y la Bestia están unificados, y esta bi-unidad trascendental se expresa a través del signo de los cuernos, siendo el ejemplo del perfecto Hechicero dentro de la Antigua Religión.” Nigel Jackson, “Masks of Misrule: Horned God and his cult in Europe”
* “Según Ad. E. Jensen, entre los primitivos pueblos cazadores existe un ser que se venera como Señor y protector de los animales salvajes y como auxiliar del hombre en la caza. […] El chamán del pueblo cazador debe rogar al señor de los animales que proporcione caza suficiente. El Señor de los Animales ordena entonces que para cazar sean observadas algunas prescripciones y concede a los cazadores un número determinado de animales. […] Si se matan animales a la ligera, se comete un sacrilegio contra este señor divino, que tiene a los animales bajo su protección en el interior de la tierra y conoce su número. Así pues, el Señor de los Animales despliega tres actividades:
1ª Protege a los animales de caza.
2ª Los encamina hacia los cazadores.
3ª Determina los preceptos que regulan la relación entre el cazador y el animal, impidiendo así la matanza ilimitada y posibilitando que haya siempre animales para cazar.
El hombre acepta estas reglas con un sentimiento religioso. Vulnerarlas equivale a irritar a la divinidad. Los mismos rasgos del Señor de los Animales vuelven a repetirse en todas las culturas primitivas. Normalmente, antes de salir de caza o pesca, la gente invoca al respectivo Señor de los Animales, el cual hace a veces pagar con ofrendas los animales que han de recogerse.” Juan Cruz, “Religiosidad de la gastronomía primitiva”