* “Como cazadores de tipo primitivo, los yukaghir adoraban a numerosos seres sobrenaturales (espíritus y divinidades protectoras de la caza mayor y menor y de los peces), porque el éxito de la caza y de la pesca dependía ante todo de su benevolencia. […] Cada animal tenía un alma libre particular (a´ibi) y un espíritu protector personal (pe´djul). Las almas libres en calidad de almas guardianas y el espíritu protector parecían alternarse en el mundo imaginario de los yukaghir: para cazar un animal, un cazador tenía no sólo que ganarse a su espíritu protector, que le aseguraba su éxito en la caza, sino también adueñarse del alma del animal, papel que generalmente estaba reservado al chamán. Por encima del protector individual de cada animal estaban los espíritus de la especie, es decir, los protectores colectivos de las diferentes especies animales, por ejemplo los renos salvajes, los alces, las liebres, los animales acuáticos y los peces. Estos se llamaban guardianes o vigilantes (mo´ye, moru) y estaban subordinados a los Grandes Señores (pogilpe, en singular pogil) de las tres regiones más importantes de la cosmología yukaghir: Lebie-pógil (Señor de la tierra), O´djin-pogil (Señor de las aguas dulces), y Cobún-pogil (Señor de los mares).
A ellos también estaban subordinados los Señores locales de la naturaleza, espíritus y divinidades de los diferentes lugares naturales (montañas, bosques, ríos, lagos, etc.). […] Los espíritus de la naturaleza vivían en general por familias y rara vez eran concebidos como seres individuales solitarios. La mayoría tenía apariencia humana y pertenecía a ambos sexos: eran las Madres (emei) y Padres (ecei) de los diferentes dominios y elementos naturales. El sistema yukaghir de los Señores de los animales y de la naturaleza es un modelo válido en líneas generales para varias religiones ártico-siberianas; por eso lo hemos descrito de manera detallada. […]
Como los animales, los hombres tenían también sus protectores sobrenaturales […] se consideraba como protector del hombre a su alma libre (aíbi, un´ññin) […] se hablaba también, como en toda Eurasia del norte, no solo de estas almas libres, sino además de diversas almas corporales pertenecientes al ser vivo o a su cuerpo en cuanto a facultades o principios de la vida física y psíquica. Pero, después de la muerte, era el alma libre, imaginada como una especie de sombra, la que representaba al difunto en el Reino de las sombras subterráneo dónde la vida continuaba como en la tierra: los difuntos vivían juntos en familia o clan; había allí tiendas, pertrechos de caza, perros, etc., pero todo ello en forma de sombras o almas; las sombras de los muertos cazaban las sombras de los renos, pájaros y peces. Los animales cazados por los miembros vivos de la familia son aquellos cuyas sombras han sido cazadas antes por las almas de los parientes del cazador en el Reino de las sombras, observaba Jochelson en su estudio de las creencias yukaghir.” Ivan Paulson, “Las religiones en los pueblos árticos.”