* “En las sociedades antiguas se creía que un niño sólo se hace hombre mediante el ritual y el esfuerzo; mediante la intervención activa de los mayores. […] La intervención activa de los mayores quiere decir que éstos dan la bienvenida al joven al antiguo, mítico e instintivo mundo masculino.
Una de las mejores historias que he escuchado acerca de este tipo de bienvenida es la que tiene lugar cada año entre los kikuyu, en África. Cuando un niño tiene edad suficiente para ser iniciado, es apartado de su madre y llevado a un lugar especial que los hombres han preparado a cierta distancia de la aldea. Allí ayuna durante tres días. La tercera noche la pasa sentado en círculo alrededor del fuego, con los hombres más ancianos. Está hambriento, sediento, alerta y aterrado. Uno de los más viejos saca un cuchillo, se abre una vena y deja caer unas gotas de su sangre en una calabaza o en un cuenco. Cada anciano del círculo se abre una vena con el mismo cuchillo a medida que el tazón pasa de mano en mano, y deja caer un poco de sangre. Cuando el tazón llega a las manos del joven, se le invita a saciarse de él.
En este ritual el muchacho aprende muchas cosas. Aprende que el alimento no sólo proviene de su madre, sino también de los hombres. Y aprende que además de arma para herir a otros, el cuchillo puede usarse para muchos propósitos. […] Finalizado el ritual de acogida, el más viejo del grupo le enseña los mitos, los cuentos y las canciones que encarnan los valores espirituales masculinos. […]
Mircea Eliade describe en sus libros el brillante uso de las cenizas que hacen los ancianos iniciadores en Australia, África, Cercano Oriente, Sudamérica y el Pacífico. Para que el niño se convierta en hombre, la iniciación requiere que muera el ser infantil que habita en su interior. El Tiempo de Cenizas es un tiempo reservado para la muerte de ese niño apegado al ego. Tras ser separado de su madre, el niño de entre ocho y doce años pasa a manos de los ancianos-guías que cubren su rostro, y a veces su cuerpo entero, con cenizas para que adquiera el color de los muertos y para recordarle la muerte interna que acaecerá.
Pueden tenerlo en un lugar oscuro durante horas o días, en contacto con los espíritus de sus ancestros. Y luego obligarlo a arrastrarse por un túnel (o vagina) hecho de maleza y de ramas. Los ancianos le esperan en el otro extremo, sólo que ahora tiene otro nombre. En ciertas culturas, las madres se toman tan en serio la importancia del ritual que cuando vuelven a reunirse con sus hijos, fingen no reconocerlos y hay que volver a hacer las presentaciones. Trasladarse al mundo del padre no supone rechazar o enfrentarse a la madre, sino convencer al joven ingenuo, o al joven que vive cómodamente arropado en el amor materno, de que muera. Otros niños interiores permanecen vivos; éste muere.” Robert Bly, “Iron John”