* “El arqueólogo Julien Monney cuenta que en el norte de Australia, un etnógrafo estaba en el campo con un aborigen y llegaron al refugio de una roca. En ese refugio había numerosas pinturas, pero estaban desgastadas. El aborigen comenzó a sentirse muy triste. En esa región, hay una tradición de retocar las pinturas una y otra vez, así que se sentó y comenzó a retocarlas. Entonces el etnógrafo le preguntó lo que cualquier occidental ¿Por qué estás pintando? Y el hombre respondió: No soy yo quién pinta, sino el espíritu que habita en mí.
A lo largo del norte de Australia se pueden encontrar muchas figuras del Tiempo del Sueño que, dicen los aborígenes, son de seres ancestrales reales y no la invención de un artista humano. Heredaron estas imágenes sagradas y ha sido su responsabilidad el cuidarlas y mantenerlas en perfecto estado.
No estamos en un museo: son más que simples imágenes. Representan la energía espiritual de los antepasados, por eso las cuidan en un contexto ritual, asegurándose así que las estaciones del año lleguen a su debido tiempo, las plantas y los animales se encuentren en abundancia, y los niños nazcan.
En algunas áreas, como la Tierra de Arnhem y Australia Central, las pinturas rupestres conservan su significado religioso. Los Warlpiri y Pitjantjatjara, pueblos de los desiertos, todavía retocan sus imágenes sagradas con fines rituales específicos. Larry Jakamarra Nelson, un hombre Warlpiri maestro de las antiguas tradiciones, que vive en Yuendumu en el Territorio del Norte, dice: Cuando miro a mis pinturas tjukurrpa de la Era del Sueño, me siento bien, feliz en kuturu (corazón), en espíritu. Todo está ahí: todo lo que esta pintado en las cuevas, no se pierde. Esta es mi casa, está dentro de mí. Nuestro sueño, nuestro lado secreto, hay que aferrarse a eso, como nuestros padres, al cuidado del mismo. Se lo legamos a nuestros hijos cuando nos morimos. Los hijos recordarán, lo podrán continuar, para que no se pierda. Y todavía estará allí. Las personas traen a los muchachos jóvenes para el aprendizaje de las cuevas, les cuentan historias de los padres, de los abuelos, y aprenden a reflejarlas en las pinturas.
Las pinturas demuestran el vínculo de los aborígenes con sus tierras, un registro de la herencia e historia aborigen y una fuente de identidad para las generaciones presentes y futuras. Una de las pinturas, por ejemplo, representa una especie de equidna, mamífero australiano semejante al erizo, que se extinguió hace 15.000 años. En otra aparece un tigre de Tasmania, extinto hace 18.000 años. […]
Varios metros por encima del nivel del suelo hay una serie de figuras algo desvaídas. Son los espíritus Mimi. Son criaturas frágiles, con cuerpo de palo y pequeñas cabezas colocadas al final de un largo y delgado cuello. Nos dicen que son criaturas muy delicadas […]. Los Mimi enseñaron a la gente a dibujar y, así, lo primero que los hombres grabaron fueron esos espíritus.” Noemí Maza “Las paredes que sueñan: el arte rupestre de ayer y hoy”