* “En las cuevas, las gentes del Paleolítico Superior se comportaron exactamente igual desde el 32.000 al 12.000 a.c. Fueron a los más remotos pasillos y recovecos, a veces a lugares donde sólo cabían una o dos personas al mismo tiempo (Portel, Chauvet, Tuc d'Audoubert, Candamo). Allí, lo importante era el acto de representar, no el resultado. Por el contrario, en grandes salas (Lascaux, Niaux, Chauvet) se hicieron impresionantes composiciones, y otras pinturas se superpusieron en complejos palimpsestos (Trois-Frères, Gargas, Lascaux). Esto implica la participación en ceremonias colectivas en las que las imágenes jugaban un papel en la perpetuación de las creencias, las visiones del mundo y las prácticas rituales para obtener la ayuda de los espíritus.
La cueva misma tenía la mayor importancia. Muy a menudo, y en todo tiempo, se aprovecharon los relieves naturales u otros accidentes de la roca para la representación de alguna parte del cuerpo del animal, o como si los animales surgieran de las grietas de la pared, de los tubos o del fondo de las galerías de las cuevas. Muchos fragmentos de hueso fueron introducidos en las grietas de las paredes sin más propósito práctico que el de penetrar en la roca. Vestigios de tales gestos no utilitarios se han encontrado en diversas cuevas que se sitúan entre los 27.000 años de Gargas y los 14.000 de las Cuevas del Volp, confirmando que la cueva y sus paredes eran pensadas y usadas del mismo modo.
Estos hechos son demasiado numerosos para ser el resultado del azar o la coincidencia. Testimonian tradiciones y la materialización de fundamentalmente las mismas creencias durante más de veinte milenios.
[…] En todo lugar y en toda suerte de mitologías, el mundo subterráneo ha sido considerado como el reino de lo sobrenatural, de los dioses, la muerte o los espíritus. Ir allí era aventurarse en el otro mundo para reunirse con sus moradores. La analogía con los viajes del alma del chamán es obvia. Además, las experiencias de espeleólogos contemporáneos avalan las propiedades alucinógenas de las cuevas. Estas alucinaciones accidentales se deben al frío, la humedad, la fatiga, y la falta de estímulos externos.
Cuando los magdalenienses o sus predecesores iban a la profundidad de las cuevas, sabían que penetraban en el mundo de lo sobrenatural y esperaban encontrarse allí con los espíritus. En tal estado mental, reforzado por la tradición, la posibilidad de tener visiones se acrecentaba. De este modo, las cuevas tenían una doble función: facilitar las visiones y acceder a los poderes a través de la pared, que era una suerte de velo entre el otro mundo y el nuestro. Así, el uso de relieves naturales cobra pleno sentido: se creía que el propio espíritu del animal estaba presente en la roca, literalmente al alcance de la mano. Mediante la representación, se llegaba a él a través del velo de la pared y se conectaba con su poder.” Jean Clottes, “Chamanismo en las cuevas paleolíticas”