* “Las culturas más antiguas de la humanidad llegaron a la conclusión de que la vida surgía, se perdía y volvía a aparecer en un ciclo incesante. Entendieron que todos los elementos componentes de la naturaleza sin excepción (plantas, árboles, rocas, montes, agua, viento, sol, luna, estrellas, mar...) eran seres vivientes como el ser humano mismo, puesto que todos esos elementos tomaban parte de igual manera en el ciclo de vida, muerte y regeneración. En el marco de este pensamiento animista, concluyeron que la naturaleza en su conjunto era una mujer/madre generadora de vida y crearon la gran metáfora que ha marcado el pensamiento del ser humano hasta nuestros días.” Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”
* “La maternidad es un estado natural de la mujer, el ser madre es inherente a su naturaleza. En el pensamiento náhuatl, el hecho de generar la vida era la misión suprema de la mujer y una bendición de los dioses. El origen de la vida es un misterio que se convierte en mito, y el mito le pone rostro de mujer a la fecundidad. Ya sea tierra o mujer, de ellas fluye el río de la vida, son el receptáculo en donde crece la semilla que dará vida y en donde se originan los seres humanos. […] La consideración del status de la mujer náhuatl al convertirse en madre, es ser continuadora del trabajo de los dioses.” Mª. J. Correa Luna, “Pariendo como diosas, maternidad indígena”
* “Desde el comienzo de los tiempos, el nacimiento ha sido un poderoso rito de pasaje. En las cuevas paleolíticas de Europa, las imágenes más viejas encontradas han sido de mujeres con grandes caderas, senos pendulares, vientres embarazados, y vulvas prominentes, enfatizando su fecundidad y capacidad de dar vida. Hay una relación palpable entre el poder de la mujer de dar a luz, la fuerza elemental de la creación y el ciclo sin fin del nacimiento, muerte y renacimiento de la naturaleza.” Sophie Style, “Escrito del útero hacia el mundo”
* “La Madre Tierra (su vientre grávido, su milagroso seno que emana energía vital y la recoge de nuevo en la muerte) […] es, por supuesto, la fértil encarnación de la propia tierra: húmeda, misteriosa y fuerte, pero, además, es pura e inmaculada y, en su húmedo útero, crea vida a partir de si misma, llevando a cabo el milagro de la mágica transformación de una forma continuada. Todo lo que nace de la tierra emana fuerza vital: las flores, los árboles, las piedras, las montañas, los humanos y los animales nacen de la tierra de la misma forma y todos se nutren de esta fuerza […] Bajo apariencia antropomorfa, la Madre Tierra es una metáfora de la madre humana: Madre, yo provengo de ti, tú me sostienes, tú me alimentas y tú me llevarás tras la muerte; esta es una oración que aún se oye en algunos pueblos europeos.” Marija Gimbutas, “El lenguaje de la Diosa”