* “Hace más de cien mil años, durante el período interglaciar Riss-Würm (186.000-75.000 a. C.), las sepulturas del hombre de Neanderthal, que precedieron a las del Homo sapiens, sugieren que la consciencia humana ya había desarrollado la capacidad para reconocer la muerte y otorgarle el rango de un misterio que requiere la realización de rituales en su honor.
Se han encontrado cuerpos, algunos de 50.000 años de antigüedad, colocados en posición fetal, de cara al este (la dirección por a que salen la luna llena, la última luna creciente y el sol), cubiertos de flores y salpicados con tinte de ocre rojo que imitaba, quizás, la renovación de la sangre y el bullir de a fuerza vital para la nueva vida.
Cuando el signo de la vulva aparece inciso en un disco lunar (fig. 5) y se halla en una tumba, es posible que exista una coincidencia de significados por la que la vulva que da la vida se convierte en el útero del renacimiento. ¿Simboliza también esta incisión el lapso de los tres días de oscuridad que transcurren entre la muerte de la vieja luna y su renacimiento como cuarto creciente del nuevo ciclo? Ciertamente, el modelo lunar sugiere que los seres humanos, cuando morían, se desvanecían como la luna del mundo de los vivientes, quizás para renacer en otro mundo, a lo mejor para regresar a éste. Aquí, la matriz de la diosa vuelve a tomar posesión de la vida que ha dado, para que ésta pueda renacer de nuevo." Anne Baring y Jules Cashford, "El mito de la Diosa"
* “Las imágenes de muerte, durante la prehistoria, no eclipsan las de vida, sino que se combinan con símbolos de regeneración. […] La Donante de Vida puede convertirse en una aterradora imagen de muerte cuando aparece representada como un desnudo rígido o como un simple hueso con un descomunal triángulo púbico (dónde se inicia la transformación de la muerte a la vida). […] El símbolo más representativo de la muerte es un hueso descarnado […] la muerte era blanca, del color del hueso, y no negra, como el aterrador dios indoeuropeo de la muerte y el Mas Allá.
Elaboradas en hueso, marfil o cornamenta de cérvido, las figurillas de desnudos rígidos, siempre esquematizados, con los brazos cruzados o extendidos a ambos lados del cuerpo, acusado triángulo púbico y piernas ahusadas, aparecen ya en el Paleolítico Superior. Corresponden a una categoría distinta a la del famoso Willendorf-Lespugue, con senos, vientre y glúteos muy desarrollados […]
Aquellas a las que nos estamos refiriendo parecen corresponder al prototipo de los desnudos rígidos del Neolítico, conociéndose tales figurillas, por ejemplo, en las cuevas de Pechialet y Laugerie Basse, en Dordoña, Francia, ejecutadas en hueso y marfil y atribuidas al Perigordiense y al Magdaleniense, así como en Malta, Siberia, realizadas en marfil y cornamenta de reno.” Marija Gimbutas, “El lenguaje de la Diosa”