* “La sincronicidad entre el ciclo femenino y el de la luna también revelaba la conexión entre la mujer y lo divino. Durante su ciclo, la mujer albergaba el misterio de la vida dentro de su cuerpo y podía generar vida y asegurar el futuro de su pueblo, lo que equivale a decir que cada mujer poseía los poderes propios del universo: dar la vida, sustentar y crear. La imagen de la araña encerraba un simbolismo similar: del mismo modo en que esta teje su tela desde el interior de su cuerpo, la Diosa Araña creaba la red del espacio y el tiempo; era ella quien proporcionaba estructura y vida a toda la creación, y al mismo tiempo quien conocía cada una de las vibraciones que se producían en aquel tejido. Era la Dama de la Red, la tejedora de los hilos de la vida con los que luego creaba los patrones y la textura de todos los seres vivos. Con el paso del tiempo la humanidad asoció a las diosas con las artes de hilar y de tejer, y las convirtió no sólo en sus protectoras sino en las representantes del hilado de la vida y la muerte: la Diosa creaba la trama de un individuo a partir de las fibras de la vida, la Madre tejía el tapiz de la experiencia, el tiempo cortaba los hilos, y por último la Diosa Oscura deshacía el tejido hasta llegar hasta las fibras que lo conformaban para empezar a hilar otra vez.” Miranda Gray, “Luna Roja”
* “De los conceptos asociados con el tiempo surgen en la mitología griega las Moiras, deidades preolímpicas que personificaban el destino. Como Diosas Lunares, aparecían siempre en número de tres, representación de las fases de la Luna y consecuentemente simbolizaban el presente, pasado y futuro, o sea: el nacimiento, la vida y la muerte. No solo eran las dueñas de la vida y del destino de los seres humanos, cuya trama hilaban, sino que también se encargaban de velar porque se cumpliera el designio de cada ser, incluyendo el de los propios dioses. La primera hilaba el hilo de la vida, que era medido por la segunda y cortado por la tercera.” Aroa, “Las Moiras”
* “Mari, la diosa ancestral vasca, suele llevar cautiva a una jovencita y la retiene por un tiempo en su cueva, enseñándole a hilar y desvelándole ciertos secretos. Nos hallamos frente al arquetípico esquema de la iniciación femenina, con la reclusión de la novicia en un lugar donde no ha de ver el Sol y en conexión, por tanto, con el simbolismo de la Luna como artesana del tiempo y tejedora de la existencia, concebida ésta a modo de laberinto, como un intrincado cruce de caminos (posibilidades de ser) sobre el que se cierne el destino. No en vano la tela de araña, imagen perfecta de este concepto, se llama en euskera amama sare , es decir, red de la abuela ( o lo que es lo mismo, red de los ancestros femeninos).” Txema Hornilla, “Zamalzain el chaman y los magos del carnaval vasco”