* “El bonobo y su vida social han sido idealizados por ciertos antropólogos y primatólogos como ejemplo de la Edad de oro de la humanidad, en donde la búsqueda del placer, el igualitarismo e incluso cierto matriarcalismo serían lo común. […]
La promiscuidad de las hembras y la tolerancia mutua de los machos que copulan con la misma hembra es poco frecuente en muchos mamíferos pero entre los bonobos no sólo es habitual sino que es lo común. A diferencia del chimpancé común, cuyas hembras son receptivas durante 6 o 7 días de los 35 que dura su ciclo menstrual, los bonobos copulan durante todo el año y durante todo el ciclo ovulatorio sin disminución apreciable de la actividad sexual. La hembra, cuando está en periodo fértil, no da muestras evidentes de encontrarse en tal estado.
El sexo a todas horas de los bonobos no es eficaz para la reproducción o al menos no tanto como en los mamíferos en los que las hembras entran en celo. ¿No podría consistir que esta intensa vida sexual sea un medio para fortalecer los vínculos de cooperación entre machos y hembras? Ciertas diferencias entre la organización social de los chimpancés comunes y los chimpancés bonobos parecen apoyar esta idea.
Según estas observaciones, los chimpancés comunes pasan, aproximadamente, un tercio de su tiempo formando grupos de machos, hembras y sus crías. […] En el otro lado, los bonobos pasan tres cuartas partes de se tiempo en grupos compuestos de adultos de ambos sexos, jóvenes y crías […] cuidando de su progenie, alimentándose, acoplándose entre ellos y desplazándose juntos. Esta conducta social comparada con la de los chimpancés comunes nos permite aceptar que la selección natural dotó a los bonobos de una intensa vida sexual con el fin de estrechar los vínculos solidarios entre los individuos del grupo.
[…] Siendo la sexualidad humana tan parecida a la de los bonobos ¿qué conclusión podemos sacar? Podemos decir que el placer sexual es un don dado por la selección natural a nuestra especie para fortalecer nuestros vínculos sociales. Un rasgo característico del Homo Sapiens es su debilidad al nacer y su dependencia de la madre; es comprensible, por lo tanto, que cualquier plus evolutivo que fortaleciese los vínculos sociales entre los elementos del núcleo familiar se viera favorecido por la selección natural. La evolución potenció la sexualidad para potenciar los vínculos sociales que permitiesen el sostenimiento de las crías en particular y del grupo social en general.
De todo lo anterior podemos decir que la sexualidad humana no tiene una naturaleza eminentemente reproductiva (la hembra no muestra signos de fertilidad) sino social, contradiciendo así la idea de que el sexo sin fines reproductivos es un sexo animalizado ¡de hecho es lo contrario! El sexo con fines prioritariamente reproductivos es el que practican los animales.” Fulgencio Robledero, “Sexo del chimpancé pigmeo ¿Coincidencia o antecedencia?”