* “No podemos conformarnos con el útero de los ginecólogos ni con la tecnología médica que consagra la maldición divina de parir con dolor. Porque ahí está la gran diferencia. El útero de una mujer que no ha sido sexualmente reprimida desde la infancia, funciona perfectamente, produciendo placer y no dolor; pero el útero de una mujer cuya sexualidad se ha paralizado desde niña, funciona de una manera patológica y con dolor. […] Desde niñas nos dicen que la regla duele y los partos mucho más. La información que se da es que para dilatar el cuello del útero para que nazca un bebé, hacen falta unas contracciones muy fuertes, y que eso es inevitable que duela. […]
El parto duele porque los músculos uterinos de las mujeres que crecen con el útero inmovilizado, no desarrollan la capacidad de distensión y la fuerza que debieran tener. Los músculos que no se usan se atrofian y se agarrotan; y viceversa: todo el mundo sabe los entrenamientos constantes y los ejercicios que hace cualquier deportista para desarrollar y mantener a punto su esqueleto muscular. Y también sabemos lo que duele extender un músculo rígido contracturado. Es el dolor que vulgarmente conocemos como calambre, como dice Leboyer. Y calambres son las contracciones de dilatación que tanto hacen sufrir a las mujeres. Algo patológico, no normal. Porque parir, gracias a la represión de la sexualidad de la mujer, a la anulación de su sexualidad desde su infancia es, en efecto, como cavar una zanja con un brazo que hubiese permanecido inmovilizado durante toda la vida hasta ese momento, después de haber vivido sin saber que se tenía ese brazo ni para qué servía; o sea, fuera de nuestra conciencia; un brazo cuyos músculos, en el momento de coger la azada para cavar, están rígidos y contracturados. […]
Antes de la generalización de las cesáreas y del parto hospitalario, y cuando las mujeres solían tener vari@s hij@s, no era raro oírlas decir que habían dado a luz casi sin enterarse, es decir, sin contracciones de dilatación; y se trataba por lo general, de mujeres que ya habían tenido varios hij@s antes. Porque a fuerza de partos, su útero se había desanquilosado, y había recuperado elasticidad.
Las mujeres de la India visualizan e imaginan pétalos de loto desplegándose para favorecer la apertura del cérvix. Y los pétalos de las flores se despliegan suavemente, nada que ver con espasmos violentos.
Que el parto sin dolor es verídico lo avala también el testimonio de Bartolomé de las Casas y de otros viajeros del siglo XVI, que se encontraron con que las mujeres de poblaciones de zonas del planeta desconectadas de nuestra civilización, parían sin dolor. Y no podemos olvidar que la maldición bíblica utiliza un tiempo verbal futuro: parirás con dolor (paralelo al pondré enemistad entre ti y la serpiente); con lo que se viene a reconocer que antes no era así.” Casilda Rodrigañez, “El asalto al hades”