1. LAS CULTURAS INDÍGENAS PRE-INDOEUROPEAS

"Su cultura parece haber sido básicamente igualitaria, pacífica, prospera y jovial. Sus ciudades carecían de muros defensivos, y en su arte no se aprecian escenas de violencia (...) Asoma una cultura basada en la celebración de la vida. No hay hordas ni estados, sino poblaciones autónomas de varios miles de habitantes; se conoce la metalurgia, pero no se aplica para fabricar armas. (...) Su culto esta guiado por mujeres y la descendencia pasa por línea femenina, pero no hay dominio sobre los hombres sino igualdad entre los sexos.”

Nikolas Platón, director del Museo Arqueolígo de Heraklion.


Guillermo Piquero

El choque histórico entre los complejos culturales preindoeuropeo e indoeuropeo, supuso un vuelco de extraordinarias consecuencias en la historia de nuestro continente. Conocerlo en profundidad es también indagar en las raíces primigenias de lo que hoy denominamos Civilización Occidental y nos ayuda a entender nuestro presente como una consecuencia evolutiva de aquellos procesos históricos que se pusieron en marcha para aniquilar las condiciones originales de vida de las culturas indígenas europeas. Sin duda, hoy podemos afirmar con seguridad y rigor que la guerra, la devastación y la conquista que se muestran en nuestros libros de historia como intrínsecos a la naturaleza humana, aparecen en realidad en un determinado momento histórico: cuando comienza la expansión de las llamadas culturas indoeuropeas hace alrededor de unos 6.000 años.

 

El término indoeuropeo comenzó a utilizarse a mediados del SXIX en los estudios lingüísticos para definir a una serie lenguas, pertenecientes a una misma familia idiomática, cuya influencia geográfica se extendía aproximadamente y como nos indica el propio término, desde el Valle del Indo hasta Europa Occidental. Posteriormente se descubriría que los pueblos que hablaban dichas lenguas, así como la cultura de sustrato común que compartían, no eran originarios de dicho espacio geográfico, sino que se impusieron sobre las poblaciones autóctonas de dicho territorio. A estas culturas indígenas anteriores a la llegada de los indoeuropeos, las denominamos bajo el genérico nombre de preindoeuropeas.

 

Según la hipótesis de la eminente arqueóloga Marija Gimbutas, cuyas investigaciones se han convertido en referenciales para todo aquel que pretenda sumergirse en la prehistoria, las culturas preindoeuropeas suponen la última fase de un gran periodo cultural ininterrumpido de más de 30.000 años (del Paleolítico Superior al Neolítico) en el que se desarrolló la cosmovisión indígena europea.

 

Hoy sabemos que Gimbutas se quedó corta en sus estimaciones, pues los más recientes hallazgos arqueológicos están remontando el origen de dicha cosmovisión primigenia hasta el Paleolítico Medio con la cultura Neanderthal, cuyo universo simbólico (pinturas rupestres, enterramientos rituales, herramientas, forma de vida,...) se fusionó posteriormente con la llamada cultura del Homo sapiens durante el Paleolítico Superior, la cual a su vez evolucionó y siguió desarrollándose en el seno de la culturas agrícolas preindoeuropeas del Neolítico y, en algunos casos, hasta la Edad del Bronce.

 

Las evidencias arqueológicas desenterradas en los yacimientos preindoeuropeos nos muestran como miles de años antes de que surgieran las vanagloriadas civilizaciones griega y romana, ya existían en Europa culturas con un alto nivel de desarrollo técnico (navegación a vela, uso extendido del telar, sistemas de irrigación, escritura pictórica, abundante producción artística,…) pero que no necesitaban ni de ejércitos, ni de esclavos para sostener su modo de vida.

Marija Gimbutas (1921-1994)
Marija Gimbutas (1921-1994)

Y es que nos han obligado a creer que la historia humana ha sido siempre así: gobernada por hombres guerreros más o menos poderosos según la fuerza de sus espadas y el poder de sus ejércitos. Hemos interiorizado una única versión de la historia llena de fronteras, emperadores y guerras. Nos han hecho creer, o nos hemos creído, que antes de la aparición de las catalogadas como primeras civilizaciones no había nada, que los seres humanos vagaban por ahí malviviendo y luchando contra la naturaleza hostil.

 

Pues bien, según nos revelan innumerables muestras arqueológicas del periodo neolítico, hubo un tiempo en el que los europeos vivieron durante milenios pacífica y fraternalmente en pequeñas aldeas y ciudades sin amurallar asentadas en el centro de los valles, mucho tiempo antes de que sus futuros descendientes se vieran obligados a vivir en fortificados castros en lo alto de las montañas por temor a que alguien les atacase. A esta época de nuestro continente se la conoce como Vieja Europa (Old Europe), término acuñado por Marija Gimbutas para referirse principalmente a una extensa area geografica del Este de Europa y el Mediterraneo, con más de 3.000 yacimientos arqueológicos catalogados y en los que la arqueóloga realizó un incansable trabajo de campo, catalogación e interpretación de los hallazgos.

“El término Vieja Europa se aplica a la cultura pre-indoeuropea, una cultura matrifocal y probablemente matrilineal, agrícola y sedentaria, igualitaria y pacífica. Contrasta agudamente con la cultura indoeuropea que viene después, que era patriarcal, estratificada, pastoral, móvil, y guerrera, que se impuso en toda Europa excepto en algunas franjas del sur y del oeste de Europa, a lo largo de tres olas de infiltración desde las estepas rusas, entre el 4.500 y el 2.500 a.c.” Marija Gimbutas, “Diosas y Dioses de la Vieja Europa”.  

 

“En los milenios VII, VI, y V a/c., los agricultores del Este de Europa desarrollaron un modelo cultural peculiar, una cultura contemporánea, al menos, a las que se desarrollaban en Anatolia, Mesopotamia, Siria, Palestina y Egipto. Esa cuna de la civilización comprende los mares Egeo y Adriático (las islas incluidas), y llega al norte hasta las actuales República Checa, Eslovaquia, sur de Polonia y oeste de Ucrania, incluyendo en su centro los Balcanes, Moldavia y la Cuenca del Danubio Medio. Es el área cultural al que la eminente antropóloga Marija Gimbutas ha bautizado con el nombre de Old Europe (Vieja o Antigua Europa).” Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”.

 

Este tiempo del que hablamos, es coincidente con la aparición de la agricultura y el progresivo sedentarismo, lo que ha venido a conocerse como  Revolución Neolítica (el paulatino paso de las sociedades cazadoras-recolectoras hacia la agricultora) y en muchas regiones europeas coincidiría además, aunque un poquito más adelante, con la Cultura Megalítica (construcción de dólmenes, menhires y Cromlechs). Todo esto comenzaría a ocurrir hace unos 10.000 años.

“El término Neolítico significa literalmente edad de piedra nueva. Cuando se introdujo por primera vez  en el siglo XIX, otorgaba reconocimiento a la aparición de instrumentos líticos que habían sido preparados mediante técnicas de pulimentado. Hoy en día, el término se utiliza para designar no sólo nuevos métodos de trabajar la piedra, sino también nuevos métodos de producción de alimentos. Durante el Neolítico se logro un mayor control de la reproducción de plantas y animales gracias al desarrollo de la agricultura y la ganadería. Esto a su vez sentó las bases materiales para el surgimiento de densos asentamientos sedentarios y un rápido crecimiento demográfico” Marvin Harris, “Introducción a la antropología general”.

 

LA VIEJA EUROPA (7.000-3.500 a.c.): Hungría, Serbia, Croacia, Bulgaria, Rumania, Austria, Polonia, Italia, Grecia, Malta, Chipre, Turquía,…
LA VIEJA EUROPA (7.000-3.500 a.c.): Hungría, Serbia, Croacia, Bulgaria, Rumania, Austria, Polonia, Italia, Grecia, Malta, Chipre, Turquía,…

Pero prosigamos con nuestro relato sobre la Vieja Europa:

 

“Se han clasificado siete complejos culturales, que han recibido los nombres de sus regiones o lugares de asentamiento: Adriático, subdividido en las culturas Impresso, Danilo-Butmir y Hvar (datadas del 6400 al 3500 a.c.); Egeo, subdividido en Pre-cerámica, Sesklo y Neolítico tardío (7500 a 3500 a.c.); Centro de los Balcanes, subdividido en Satarcevo, y Vinca (6400 a 3500 a.c.); Este de los Balcanes, subdividido en Karanovo, Boian y Gumelnita (6300 a 3500 a.c.); Moldavia y Este de Ucrania, subdividido en Dniesterburg, proto-Cucuteni y Cucuteni (6300 a 3500 a.c.); Danubio Medio, subdividido en Lineal y Lengyel (6000 a 3500 a.c.) y Tisza, subdividido en Alfold, Tisza-Bukk y Tisza-Polgar (6300 a 3500 a.c.).” Casilda Rodrigañez, “El asalto al Hades”.

 

Estos primeros asentamientos sedentarios del neolítico europeo, a pesar de formar en muchas ocasiones poblaciones de miles de habitantes y estar asentadas en sitios vulnerables como las vegas de los ríos, carecían de muros defensivos. Es más, no existen rastros de guerras durante siglos y aunque conocían la metalurgia no la aplicaban para fabricar armas. Además en su arte colorido y naturalista, no se ha encontrado absolutamente ningún motivo militar. Todos estos indicios permiten suponer el carácter pacifico de aquellos primeros europeos.

Los asentamientos humanos de la Vieja Europa estaban en grandes espacios abiertos junto a ríos y carecían de muros defensivos.
Los asentamientos humanos de la Vieja Europa estaban en grandes espacios abiertos junto a ríos y carecían de muros defensivos.

En aquellas primeras ciudades, algunas de hasta 20.000 habitantes y de las que nada dicen nuestros libros de historia, no hay indicios de jerarquización ni de castas sociales, pues en los yacimientos se ha constatado una uniformidad en las construcciones de las casas sin destacar unas sobre otras. Tampoco hay indicios de jerarquización en los enterramientos, pues no se ha encontrado ningún ajuar más suntuoso que otro, teniendo además idéntica importancia el del hombre y el de la mujer. Este último dato también es un indicio de una aparente igualdad entre los sexos que Marija Gimbutas describió como un clan matrístico de principios colectivistas y que según ella tuvo como consecuencia una sociedad pacifica e igualitaria en la que floreció el arte y la arquitectura.

 

 

 

Josu Naberan resume así las características sociales de la Vieja Europa: 

 

"Según nos revelan diversos estudios arqueológicos (como los de James Mellaart y su grupo de arqueólogos que descubrieron dos ciudades enteras del neolítico en Anatolia, o los cientos de lugares examinados por el equipo de Marija Gimbutas en Grecia, Rumanía, Los Balcanes, Polonia, Ucrania,...) las sociedades de la Antigua Europa se caracterizaban por:

  1. Explotación agrícola de fértiles valles atravesados por ríos  en los que sembraban trigo, avena, cebada y diversas legumbres.
  2. Los restos arqueológicos de aquella época no muestran sólidas murallas ni fortalezas, y en su abundante arte no se reflejan motivos guerreros, batallas memorables, ni armas letales. Edificaron sus viviendas en valles abiertos, a la orilla de los ríos, y no, como lo harían posteriormente los indoeuropeos, en lugares de difícil acceso rodeados de gruesas murallas. Además en las citadas ciudades no aparecen daños de guerra durante largos periodos de siglos.
  3. Aquella sociedad no era patriarcal, eso no quiere decir que fuera matriarcal, sino que no hay indicios de dominio, supeditación o discriminación de un género sobre otro. Ni en el sistema de división del trabajo, ni en los enterramientos, ni en ningún otro detalle.
  4. La Diosa aparece como el símbolo principal y omnipresente en todo aquel mundo".

Sobre el caracter pacifico y fraternal de la culturas preindoeuropeas Joan Coy afirma:

 

“La relación entre unas poblaciones y otras era pacífica. No existe, a lo largo de milenios, el menor rastro de saqueo o invasión. En el arte, que representa gran cantidad de escenas de la vida cotidiana y muestra una gran riqueza de motivos y simbología, no aparecen nunca guerreros, personas armadas, escenas de guerra o cualquier motivo directa o indirectamente perteneciente a la imaginería bélica. Las ciudades no se construyen en lugares estratégicamente defensivos, como riscos y altos escarpados, sino en llanuras abiertas. No hay murallas ni estructuras defensivas (la única excepción es la célebre muralla de Jericó, que actualmente es considerada por muchos investigadores como un dique de contención de agua, y desde luego no constituye una prueba de existencia de estructuras defensivas). Tampoco espadas, armaduras, ni ningún otro pertrecho de guerra.” Joan Coy, “La Historia oculta”.

 

Hace 7.500 años la cultura de Cucuteni floreció en terrenos de la actual Rumanía, Moldavia y Ucrania. Durante más de dos mil años no hay rastros de guerras o invasiones
Hace 7.500 años la cultura de Cucuteni floreció en terrenos de la actual Rumanía, Moldavia y Ucrania. Durante más de dos mil años no hay rastros de guerras o invasiones

 

La escritora Casilda Rodrigañez nos relata como el arte de aquellas culturas es un fiel reflejo del universo simbólico preindoeuropeo:

 

“Desde el punto de vista cultural, lo que caracteriza a algunas sociedades neolíticas desenterradas, es un orden simbólico no manipulador, que recrea y emula el continuum gaiático. Algunos investigadores lo han llamado acertadamente Cultura de la Celebración de la vida. Lo que llama la atención más que ninguna otra cosa, es que es un arte que discurre sobre la vida misma, sin despegarse de ella, que consigue captar y fijar en sus obras los rasgos de la vida: la interacción entre lo vegetal y lo animal, los movimientos asociativos, la diversidad de las formas, la armonía del caos, los ciclos, la noción del tiempo en la vida, la generación y la regeneración, la sucesión, el continuum; la calidez, el bienestar, la alegría de la vida autorregulada. Desde el punto de vista social, se caracteriza por la ausencia de jerarquía y de cualquier tipo de jefaturas o de instancias superiores, ausencia de jerarquización entre los sexos, ausencia de acotaciones territoriales, de guerras y de violencia, ausencia también de símbolos de prestigio o de poder." Casilda Rodrigañez, "El asalto al Hades"


Por su parte, Nikolas Platon, quién fue director del principal museo de la Isla de Creta resume así las conclusiones a las que llegó tras décadas de analisis e interpretación de los yacimientos arqueológicos preindoeuropeos cretenses:

 

“Su cultura parece haber sido básicamente igualitaria, pacífica, próspera y jovial. Sus ciudades carecían de muros defensivos, y en su arte no se aprecian escenas de violencia. Aquí la sucesión se transmitía por línea femenina y el conjunto de la vida estaba impregnado por una ardiente fe en la Diosa Naturaleza […]. Su arte, a la vez grácil y realista, entona un himno a la naturaleza lleno de formas ondulantes y dinámicas, revolotean las abejas, saltan gozosos los delfines, ondean las serpientes, vuelan libres los pájaros. Todo fluye, como atestiguara Heráclito muchos siglos después. En el centro de las escenas suele estar la Diosa, a menudo representada como una bella muchacha de pechos descubiertos, a veces rodeada de sacerdotisas y jóvenes varones. Las figuras humanas aparecen llenas de vida, plácidas, espontáneas, siempre gesticulando, en marcado contraste con las rígidas poses del arte egipcio de la época. Asoma una cultura basada en la celebración de la vida. No hay hordas ni estados sino poblaciones autónomas de varios miles de habitantes; se conoce la metalurgia, pero no se aplica para fabricar armas; no se levantan fortificaciones ni hay signos de violencia, pero existe un arte floreciente... su culto está guiado por mujeres y la descendencia pasa por línea femenina, pero no hay dominio sobre los hombres sino igualdad entre los sexos”.

 

 CULTURA CRETENSE. En Creta se dan más de 6.000 años ininterrumpidos sin guerras. Fue el último lugar en el que la cultura de la Vieja Europa permaneció intacta (hasta finales de la Edad del Bronce).
CULTURA CRETENSE. En Creta se dan más de 6.000 años ininterrumpidos sin guerras. Fue el último lugar en el que la cultura de la Vieja Europa permaneció intacta (hasta finales de la Edad del Bronce).

    

“Una conclusión fundamental extraíble de la información aquí expuesta, es que el hecho de la aparición del excedente, o la sociedad excedentaria, no parece ser en absoluto, y al contrario de la creencia común, el detonante que originó las guerras, las clases sociales, o la lucha por el poder. La sociedad neolítica era ya hasta cierto grado excedentaria (lo suficiente para desarrollar abundante arte, centros urbanos, comercio, etc.), y no cabe duda de que la calcolítica era generosamente excedentaria. La mayor parte de las sociedades calcolíticas coexistieron durante dos mil años sin guerras ni conquistas, y algunas mucho más que eso, adentrándose incluso hasta finales de la Edad del Bronce, como en el caso de Creta y Anatolia occidental, donde están registrados la friolera de 6.000 años de historia de civilización con sociedades desarrolladas sin signos de saqueos, guerras, destrucción, y todo tipo de representación o imaginería bélica […] podemos comprobar fácilmente que esos periodos pacíficos entre poblaciones desarrolladas superan a menudo el lapso que cubre toda la historia comúnmente conocida. La historia oculta es inmensa.” Joan Coy, “La Historia oculta”

 

 CULTURA VINCA, 7.500 años. Desarrollaron una escritura pictórica dos mil años anterior a la Sumeria.  Fue la primera cultura en trabajar el cobre, pero no lo aplicaban para fabricar armas. Más de dos mil años sin rastros de guerras o invasiones.
CULTURA VINCA, 7.500 años. Desarrollaron una escritura pictórica dos mil años anterior a la Sumeria. Fue la primera cultura en trabajar el cobre, pero no lo aplicaban para fabricar armas. Más de dos mil años sin rastros de guerras o invasiones.

 

“En cuanto a la relación entre mujeres y hombres en la vieja Europa, las pruebas arqueológicas indican que aparentemente no había una superioridad social de los hombres sobre las mujeres y que, en general, la distribución de los bienes en sus cementerios apunta a una sociedad igualitaria y claramente no patriarcal. Según Gimbutas, ésta era una sociedad matrilineal, en la que la descendencia y la herencia se transmitían a través de la madre y en la que las mujeres jugaban un papel esencial en los ritos religiosos.” Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la Diosa”

“En los modelos de santuarios y templos, las mujeres se representan en el acto de supervisar la preparación y ejecución de los rituales dedicados a los diversos aspectos y funciones de la Diosa. Se invertía una enorme cantidad de energía en la elaboración de los instrumentos de culto y de los presentes votivos. En los modelos de templos se muestra cómo se molía el grano y cocía el pan sagrado..., las mujeres realizaban y decoraban grandes cantidades de cuencos apropiados para cada rito diferente. Al lado del altar del templo se erguía un telar vertical en dónde, probablemente, las mujeres tejían las vestimentas sagradas y demás accesorios del templo. Las más sofisticadas creaciones de la vieja Europa (vasijas, esculturas, etc.,) eran fruto del trabajo de mujeres” Marija Gimbutas

 

“Como señala Gimbutas, si la civilización se define como la aptitud de un pueblo para desarrollar las artes, la tecnología y una escritura apropiada, así como para mantener relaciones sociales, está claro que esa Antigua Europa fue una civilización exitosa. Esa civilización alcanzó su clímax en el V milenio, pero los comienzos se remontan a dos milenios antes por lo menos.” Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”

En 1988, Marija Gimbutas comentaba: “Mis propias excavaciones en el sureste de Europa muestran que entre hace 8.000 y 6.000 años la gente vivía más cómodamente que en algunos lugares del siglo XX. Cuando hace veinte años, excavé un poblado de 7.000 años de antigüedad en el sureste de Yugoslavia, desenterramos casas espaciosas y pulcras con losas de piedra en el suelo, y en los altares de los hogares encontramos vasijas exquisitas en forma de pájaro, esculturas de tamaño natural o en miniatura de animales y deidades, vasijas de casi un metro de alto con la cara de la Diosa en su cuello... y muchos otros artefactos notables. Irónicamente, el equipo de excavación vivía en cobertizos construidos con estiércol de vaca, en un ambiente mugriento, sin agua corriente. Hace cuatro mil años, los templos-palacio minoicos tenían agua corriente y agradables lavabos. Está claro que no hubo un desarrollo progresivo de la civilización”

“Entre el 7000 y el 3500 a.c. los habitantes de la Vieja Europa desarrollaron una organización social compleja. Según Gimbutas, pequeñas ciudades más que pueblos (como por ejemplo, la de Tal´noe, al sur de Kiev, de 1500 casas en un área de 700 acres y con una población de 20.000 personas, datada del 5000 a.c.), con un alto grado de organización no jerarquizada y especialización cultural y tecnológica reflejada en las herramientas y objetos de adorno y uso, de cobre y oro, mármol y arcilla. […] . Y todo ello decorado con pintura, grabado o esculpido. Como explican los especialistas, tan importante es lo que representan las imágenes dibujadas, como lo que no aparece en ningún sitio (escenas de guerras, de héroes peleando y recibiendo honores, arsenales de armas, etc). Por las inscripciones que han perdurado en estos objetos, sabemos que también tenían formas rudimentarias de escritura.” Casilda Rodrigañez, “El asalto al Hades”.

“Gracias al trabajo de arqueólogos como Marija Gimbutas en Europa del Este o James Melaart en Anatolia y Oriente Medio, conocemos la existencia de sociedades neolíticas que alcanzaron un muy temprano y alto grado de desarrollo en Asia occidental, Europa oriental, y valle del Nilo. […] Estos investigadores constataron el desarrollo de núcleos urbanos con poblaciones de miles de habitantes ya en el séptimo milenio antes de cristo, como es el célebre caso de Catal Hüyuk en Anatolia.

 

Asentamiento de Catal Huyuk (Turquía). Del 7.500 al 5.000 a.c. sin muros defensivos ni rastros de guerras o invasiones.
Asentamiento de Catal Huyuk (Turquía). Del 7.500 al 5.000 a.c. sin muros defensivos ni rastros de guerras o invasiones.

Todos estos pueblos neolíticos están interconectados por una red de comercio o intercambio. Encontramos grandes cantidades de estatuillas y objetos de obsidiana en poblaciones distantes en miles de kilómetros de cualquier región volcánica. Estas sociedades evolucionan progresivamente y en continuidad sin ningún tipo de alteración brusca (no hay el menor digno de guerras, saqueos, incendios, crisis económicas, etc.) hasta desembocar en un estadio de desarrollo que en arqueología se conoce como Calcolítico. Ya en el 5500 a.c. podemos hablar de civilización calcolítica en las islas del Egeo, parte de Europa oriental, Anatolia y Oriente Medio. Veamos sus características:

 

- Se practica la agricultura de una gran variedad de hortalizas, legumbres, frutales, y cereales. Canalización de aguas y complejos sistemas de irrigación.

 

- Están domesticados todos los animales que hoy día se emplean en estas regiones del mundo, excepto el caballo.



 

- Uso extendido del telar, el horno de pan, y la alfarería. Se trabajan materiales como el mármol, la obsidiana, el marfil, el oro, la plata, el cobre, y el estaño.Abundante producción artística (estatuas, adornos corporales, pintura de vivos colores en cerámica , telas, todo tipo de útiles y objetos…) que abarcaba todos los aspectos de la vida cotidiana. Elevado grado de expresividad artística, sugerencia, y simbolismo, especialmente en cerámica y estatuillas, que nos ofrecen además mucha información acerca del tipo de ropa, modo de vida, etc. Sólo en el yacimiento de Vinca, en los Balcanes centrales, Gimbutas desenterró más de 2.000 estatuillas del sexto milenio a. C.

 

- Navegación por barco de vela. En varias vasijas del sexto milenio antes de cristo aparecen barcos de vela dibujados. Gracias a los yacimientos de las islas del Egeo conocemos, además, que el comercio marítimo era ya abundante.



 

- Centros urbanos de hasta 20.000 habitantes

.

 

- Existencia de la escritura: No se han encontrado largos textos como en el caso de las posteriores tablillas cretenses, mesopotámicas, o egipcias, pero sí numerosos objetos con inscripciones. Los más antiguos pertenecen a la cultura Vinca (Balcanes centrales), datados entre el 5500 y 5300 a.c. (una hipótesis sobre el desciframiento de dicha escritura puede consultarse aquí. )”. Joan Coy, “La historia oculta.

 

   

Finalmente recalcar que las culturas de la Vieja Europa tan solo representan una parte del gran territorio geográfico por el que se extendió el gran complejo cultural preindoeuropeo. Empezando por Occidente, la cultura megalítica, conocida por su legado de dólmenes, menhires y cromleches. En Europa Oriental, la bautizada por Gimbutas como Old Europe, que clasificó en 7 complejos culturales diferentes. En Oriente próximo el llamado Creciente fértil, que engloba a Egipto, Cannan, Anatolia y Mesopotamia. Y finalmente la llamada civilización del valle del Indo en la que destacan las ciudades de Harappa o Mohenjo-daro.

 

 

La evidencia más clara de que todas estas culturas compartían una misma cosmovisión, una misma forma de comprender el mundo, lo constituye una imagen simbólica que está presente sin excepción en el arte de todas las culturas neoliticas preindoeuropeas: las estatuillas femeninas. Solamente en yacimientos arqueológicos del Mediterraneo y de Europa del Este se han catalogado más de 30.000 de estas figurillas que conocemos popularmente bajo el nombre de venus neolíticas. Una clave fundamental que nos ofrecen dichas imágenes sagradas femeninas sobre el conocimiento de nuestro pasado es que evidencian un continuum cultural con el arte simbólico de las culturas del Paleolítico Superior que las precedieron, es decir, que las primeras comunidades agrícolas preindoeuropeas heredaron la cosmovisión de sus ancestros cazadores-recolectores paleolíticos.  Así nos lo explica Marija Gimbutas:

 

Mano en negativo hallada en el asentamiento preindoeuropeo de Catal Huyuk en Anatolia (actual Turquía). Demuestra un continuum  simbolico con el arte del Paleolítico Superior.
Mano en negativo hallada en el asentamiento preindoeuropeo de Catal Huyuk en Anatolia (actual Turquía). Demuestra un continuum simbolico con el arte del Paleolítico Superior.

    “El análisis del imaginario mítico de la Vieja Europa ha reconstruido el eslabón entre la religión del Paleolítico Superior y el substrato preindoeuropeo de las culturas europeas […] La persistencia de la veneración a la Diosa durante más de veinte mil años, desde el Paleolítico Superior al Neolítico y más allá, se demuestra por la continuidad de una variedad de series de imágenes convencionalizadas. Los aspectos específicos de sus cualidades, tales como el de dar la vida, la fertilidad y el parir nuevas criaturas, es extraordinariamente persistente. […] En arte e imaginería míticos no es posible establecer un límite entre estos dos periodos, el Paleolítico y el Neolítico, de la misma manera que no es posible separar radicalmente plantas silvestres y cultivadas y animales salvajes y domésticos. La mayoría del simbolismo de los primeros agricultores fue tomada de los cazadores-recolectores.” ”. Marija Gimbutas, “Diosas y Dioses de la Antigua Europa”

 

Venus paleolítica de Grimaldi (22.000 a.c.).
Venus paleolítica de Grimaldi (22.000 a.c.).

Todo esto parece indicar, que en una etapa inicial,  nuestros ancestros del Paleolítico Superior, para explicarse a sí mismos y también poder transmitir a las siguientes generaciones, el milagro de la regeneración de la vida, crearon un lenguaje simbólico, un lenguaje arquetípico, mediante el cual la psique podía comprender o expresar ideas y conceptos por medio de imágenes que los representaban. Entre dichos arquetipos sagrados, el más antiguo y relevante fue el que representaba a la totalidad de la naturaleza a través de la imagen de una Gran Madre de la vida, la muerte la regeneració

 

Las culturas más antiguas de la humanidad llegaron a la conclusión de que la vida surgía, se perdía y volvía a aparecer en un ciclo incesante. Entendieron que todos los elementos componentes de la naturaleza sin excepción (plantas, árboles, rocas, montes, agua, viento, sol, luna, estrellas, mar...) eran seres vivientes como el ser humano mismo, puesto que todos esos elementos tomaban parte de igual manera en el ciclo de vida, muerte y regeneración. En el marco de este pensamiento animista, concluyeron que la naturaleza en su conjunto era una mujer/madre generadora de vida y crearon la gran metáfora que ha marcado el pensamiento del ser humano hasta nuestros días. (...) Así, durante los últimos cien años se han encontrado más de un millar de imágenes de mujeres de la época paleolítica entre grabados, relieves y esculturas. Estas imágenes se han hallado en una vasta zona que se extiende desde Aquitania hasta Siberia, muchas de ellas en las inmediaciones de los Pirineos, Francia, Alemania, República Checa, Eslovaquia o Ucrania. Pues bien, esta tradición tendrá continuidad en el Neolítico, habiéndose encontrado unas 30.000 imágenes (la mayoría de arcilla y de mármol) correspondientes al periodo 7.500-3.500 a/C encontradas en el Este de Europa, así como Menhires de figura femenina, pequeñas imágenes de mujer o pendientes, en el Mediterráneo Occidental y en las costas de la Europa Atlántica pertenecientes al periodo comprendido entre el 5.000 y el 2.000 a/C”. Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”

 

Por otra parte, desde que hace más de un siglo comenzaran a desentarrase estas estatuillas prehistóricas, el debate sobre su significado y simbolismo se ha mantenido hasta nuestros días, insistiendo algunos investigadores en que no se tienen pruebas suficientes para afirmar que dichas imágenes expresen conceptos metafísicos o que pertenezcan a la esfera de lo sagrado. Sin embargo, si se admite la hipotesis del continuum cultural entre los dos periodos históricos, las estatuillas neolíticas no dejan duda al respecto, ya que muchas de ellas han sido halladas en el interior de templos, sobre altares o en diversos lugares de culto.

 

La arqueóloga Marija Gimbutas, tras decadas de profundos estudios multidisciplinares, detalló sus conclusiones en su magnífico y controvertido libro El lenguaje de la Diosa.  Para ella, dichas estatuillas, a pesar de haber sido halladas en lugares geograficos muy distantes y contener una infinita variedad de formas y representaciones femeninas, representaban a una unica deidad de atributos similares pero de nombre diferente dependiendo de cada cultura. Una Gran Madre que personificaba la unidad de todos los seres y ciclos naturales y de ahí su multiapariencia. Ella prefería sin embargo el término de Gran Diosa, puesto que al personificar a la totalidad de la naturaleza, no sólo contenía en si misma atributos maternales o de fecundidad (embarazo, nacimiento,…), sino también de muerte (Diosas rígidas talladas en hueso); podía representar la vida vegetal, o podía aparecer en forma de diversos animales en relación a ideas o conceptos determinados.  Además, todas estas representaciones solían ir acompañadas de un complejo sistema de signos (espirales, zig-zags, laberintos, meandros, retículas,…) que conformaban una escritura pictorica cuyás más primitivas representaciones podían rastrearse en los llamados signos abstactos del arte rupestre franco-cantábrico. Así nos lo cuenta:

 

“El tema principal del simbolismo de la Diosa es el misterio del nacimiento y la muerte y la renovación de la vida, no solo humana, sino todas las formas de vida sobre la tierra y ciertamente, de todo el cosmos. Símbolos e imágenes se agrupan alrededor de la Diosa partenogenética y sus funciones básicas como Dadora de Vida, Ejecutora de la Muerte, y, no menos importante, como Regeneradora. Todo gira alrededor de la Tierra Madre, la vieja y joven Diosa de la Fertilidad, que nace y muere con la vida vegetal. Ella era la única fuente de toda la vida y quien tomó su energía de los manantiales, del sol, la luna y la tierra húmeda. Este sistema simbólico representa al tiempo cíclico, y no al lineal. En el arte se manifiesta mediante señales de movimiento dinámico (rotaciones en espiral).”  Marija Gimbutas, "El lenguaje de la Diosa"

 

Mari hilando en la boca de su cueva, junto a Sugaar y Ahari. Oleo de Paz Treuquil.
Mari hilando en la boca de su cueva, junto a Sugaar y Ahari. Oleo de Paz Treuquil.

Un ejemplo actual que confirma una tras otra las hipotesis de Gimbutas sobre el simbolismo de la Gran Diosa preindoeuropea es Mari, la Gran Dama o Señora de la cultura tradicional vasca. Muchos de los escépticos que cuestionaron (y cuestionan) el extraordinario trabajo de recomposición histórico que realizó Gimbutas, no tendrían más que admitir lo correcto de las líneas generales de su teoría en cuanto estudiaran con un mínimo de detenimiento el mito de Mari.

 

Al igual que la Diosa de la cosmovisión preindoeuropea, Mari ocupa el lugar central de la cosmovisión indígena vasca, todos los demás seres y divinidades están supeditadas a ella. Sus atributos coinciden además con la descripción de Gimbutas sobre la multiapariencia de la Diosa neolítica. Así, Mari puede aparecer de muy diferentes formas y adoptando diversos roles: como un animal (toro, chivo, caballo, serpiente, buitre,…) como un fenómeno atmosférico (tormenta, viento,…), como una sacerdotisa (sorgin) vinculada a espacios sagrados determinados (manantiales, cuevas o montañas), como un árbol, como una roca,... Así explica el etnógrafo vasco  J.M de Barandiaran la multiapariencia de la Diosa vasca Mari:

 

“A pesar de la variedad de formas que los relatos populares atribuyen a Mari, todos convienen en que ésta es un numen de género femenino. Mari toma generalmente figuras zoomorficas en sus moradas subterráneas, forma de mujer en la superficie de la tierra y de mujer o de una hoz de fuego cuando atraviesa los aires. Las figuras de animales, como la de toro, de macho cabrío, de novillo rojo, de caballo, de serpiente, de buitre, etcétera, a que hacen referencia las narraciones relativas al mundo subterráneo, representan, pues, a Mari y a sus subordinados, es decir, a los númenes telúricos.” J.M. de Barandiaran, “Mitos del pueblo vasco”


El sentido de estas metamorfosis y de su multiapariencia puede ser comprendido a través de la diferenciación entre los conceptos teológicos de trascendencia e inmanencia, es decir, en el hecho de que Mari no es ajena a su propia creación (como los trascendentes Dioses indoeuropeos y semitas), sino que ella misma es la creación (inmanencia) y, por tanto, todos los seres y fenómenos naturales no son más que distintas expresiones de una misma realidad: de Mari.

 

Este simbolismo sagrado femenino constituye el elemento central de todo el arte (y, por extensión lógica, de su mitología y de su cosmovisión) desenterrado en el basto territorio geográfico que habitaron los pueblos preindoeuropeos. Aparece de modo abundante en el arte de las primeras culturas del llamado Creciente Fértil de Oriente Próximo: Egipto, Canaan, Anatolia y Mesopotamia desde dónde se extiende hasta el Valle del Indo. Y también puede rastrearse en relación a la cultura megalítica de la Europa Atlántica y del mediterráneo occidental. Pero además en todas estas áreas ha llegado hasta nuestros días el nombre de su divinidad femenina correspondiente: Isis en Egipto, Astarte en Canaan, Cibeles en Anatolia, Inanna en Mesopotamia, Sakti entre los drávidas del Indo, etc.

 

Todas estas culturas se desarrollaron de forma pacifica durante el Neolítico y algunas hasta finales de la Edad del Bronce, hasta que comienzan a aparecer en los estratos arqueológicos casas quemadas, muros defensivos, muertos de forma violenta, es decir los restos de guerras contra los invasores indoeuropeos y semitas.

 

1) Las culturas preindoeuropeas se extendieron hacia el Este hasta el valle del Indo en la actual Pakistán, allí floreció la cultura drávida. Construyeron numerosas ciudades, como la de Harappa, cuyos habitantes convivieron en paz hasta las invasiones arias que trajeron el sistema de castas patriarcal de los vedas a finales de la Edad del Bronce. A partir de entonces la población indígena se convirtió en la casta más baja, los intocables.

 

2) En Oriente Próximo, una misma cosmovisión en torno a la figura central de una Diosa Madre, presidía el panteón de Sumeria (Innana), de Anatolia (Cibeles) y de Canaan (Aserá) hasta la llegada de los invasores indoeuropeos y semitas. En Anatolia por ejemplo, invadieron y quemaron más de 300 ciudades.  En Catal Huyuk, uno de los asentamientos humanos más antiguos del planeta están documentados la friolera de 6.000 años ininterrumpidos de ausencia de guerras o invasiones.

 

3) En el Oriente de Europa, dependiendo de los lugares y del tiempo en que tardaron en llegar los invasores están documentados como mínimo 2.000 años ininterrumpidos de ausencia de guerras. Es el caso de la cultura de Cucuteni que se desarrolló en territorios de las actuales Rumanía, Moldavia y Ucrania, que ha dejado como legado su bellísima cerámica. O la altamente desarrollada cultura Vinca (Serbia, Rumania, Bulgaria y Macedonia) que fueron los primeros en trabajar el cobre pero no lo aplicaban para fabricar armas.

 

4) En Europa Occidental, la cultura megalítica, desarrolló una arquitectura petrea que contiene unos concimientos astronomicos y geobiológicos que aún hoy en día nos resultan dificiles de comprender. El culto a una divinidad femenina similar a la de otras sociedades preindoeuropeas es claramente manifiesto y pervivió hasta la llegada de los invasores patriarcales y militarizados indoeuropeos. La cultura celta, tan comunmente utilizada como sinonimo de cultura indigena europea, fue en realidad una cultura invasora que se apropió de los espacios sagrados megalíticos y se hibridó con la cultura nativa megalítica preindoeuropea.

 

* DOCUMENTAL: Si quieres profundizar en el conocimiento de las culturas de la Vieja Europa, aquí tienes este documental (audio en español) sobre la vida e investigaciones de la arqueóloga Marija Gimbutas: