Introducción

I. COSMOVISIÓN INDÍGENA

"Habrás advertido que todo lo que hacemos los indios tiene forma de círculo, y es así porque el Poder del Mundo siempre trabaja en círculo y todas las cosas tienden a ser redondas. El firmamento es esférico, y he oído que la Tierra es redonda como una bola y que las estrellas también lo son. El viento en su mayor magnitud da vueltas. Los pájaros hacen sus nidos en forma de círculo, pues su religión es la misma que la nuestra. El Sol aparece y desaparece describiendo un círculo en el cielo, la Luna hace lo mismo y ambos son redondos. Incluso las estaciones, en sus metamorfosis, describen un gran círculo y retornan siempre a su punto de partida. La vida humana es un círculo desde una infancia a otra y así es, en todas partes dónde se mueve esta energía. Nuestros tipis eran redondos y estos, siempre se colocaban en círculo, formando el  aro de la nación, un nido de muchos nidos, allá donde el Gran Espíritu se propusiera formar a nuestros niños". (Alce Negro)

 

    Hubo un tiempo en el que la cosmovisión de las primeras culturas europeas en nada se diferenciaba de la del resto de pueblos indígenas de nuestro planeta. Durante un inmenso periodo de más de 35.000 años (del Paleolítico Superior al Neolítico) y según las evidencias del arte simbólico prehistórico y las mitologías arcaicas, una misma cosmovisión en torno a la sacralidad de la Madre Naturaleza fue compartida a lo largo y ancho de todo el continente europeo. Esta visión de la naturaleza como una Gran Madre creadora y sustentadora de la vida era ya plasmada en el arte prehistórico hace nada menos que 40.000 años (Venus de Hohle Fels), y sobrevivió como figura central de la mitología Europea hasta que los primeros pueblos militarizados comenzaron a imponer una nueva forma de concebir el mundo (invasiones indoeuropeas) que se prolonga hasta nuestros días (Civilización Occidental).

 

    A pesar de los siglos transcurridos, y a pesar de que desde entonces el rodillo de la represión cultural y religiosa ha rodado inmisericorde sobre las tradiciones culturales indígenas, aún disponemos de diversos retales arqueológicos, mitológicos o lingüísticos con los que intentar recomponer la cosmovisión originaria de nuestro continente.

 

    Lógicamente, esta tarea necesita de un amplísimo estudio interdisciplinar, por lo que la información recopilada en este libro tan sólo puede contribuir en una pequeña proporción al objetivo descrito. Por tanto, no espere el lector análisis o investigaciones exhaustivas, sino tan solo una pequeña aproximación que nos ofrece pistas sobre algunos temas en los que se tendrá que profundizar en un futuro a través de los autores que verdaderamente los dominan.

 

    Pues bien, para interconectar y hacer encajar las piezas de este rompecabezas prehistórico, hemos utilizado como guía un concepto cosmológico que, bajo distintas formas y diferentes nombres, está presente en todas las cosmovisiones de origen primitivo. Nos referimos al concepto de biunidad del universo, según el cual toda manifestación de vida es fruto de la unión sinérgica de dos fuerzas principales.

 

    Estas dos grandes energías, cuya unión mantiene en equilibrio el cosmos, se conocen por los nombres genéricos de Principio Femenino y Principio Masculino, y constituyen los dos pilares principales en los que se sostienen mitologías indígenas como la drávida (Shiva-Shakti) o la nahuatl (Ometéotl-Omecihuatl), y tradiciones espirituales arcaicas como la alquimia (anima-animus) o el Tao (yin-yang).

 

    En Europa, y según las evidencias del arte simbólico prehistórico, una dualidad mitológica de significación similar comenzó a forjarse a finales del Paleolítico. Así, como imágenes arquetípicas del principal papel social que desempañaban hombres y mujeres en las primeras comunidades humanas, una Gran Madre (plasmada en estatuillas de piedra o marfil) y un Señor de los animales y el bosque (representado en pinturas rupestres como las de Les Trois Frères o Chufín) regían entrelazados el panteón mitológico de nuestros ancestros

 

    A pesar de lo estereotipada que nos pueda resultar esta última hipótesis, todo parece indicar que estos dos mitos primordiales, el de la madre y el del cazador, desempeñaron un papel fundacional en la mitología indígena europea, para posteriormente evolucionar en aspecto y forma hasta adaptar su simbolismo a las primeras civilizaciones sedentarias del neolítico como la sumeria (Ishtar-Tammuz), la egipcia (Isis-Osiris), o la preindoeuropea (Triple Diosa-Dios Astado); y dando a su vez lugar a nuevos ritos relacionados con la fertilidad de las cosechas y del ganado (Hierogamia).

 

    Siguiendo, pues, este hilo conductor, hemos agrupado los contenidos del libro en dos partes principales, en las que a través de los mitos de la Gran Madre y del Señor de los Animales, se abordan no sólo conceptos mitológicos, sino también su conexión con diversos aspectos de la naturaleza humana arcaica. Así por ejemplo, para entender el origen del mito de la Gran Madre, es necesario conocer como se vivía la maternidad y la sexualidad femenina en las primeras comunidades humanas; y para entender el mito del Señor de los Animales, es necesario comprender el fenómeno del chamanismo y su relación con los animales, la caza y los ritos de fertilidad.

 

    Por otro lado, toda esta información no se centra exclusivamente en las culturas paleolíticas europeas, sino que también incluye numerosas referencias a culturas de otras latitudes y de tiempos históricos distintos, pues la etnografía comparada ofrece pistas valiosísimas para desenmarañar el enredado ovillo de la prehistoria.

 

    A partir de estos criterios de selección, hemos escogido cien pequeños temas que, como si fueran piezas de un inmenso y todavía incompleto puzzle sobre la cosmovisión prehistórica, han sido ordenadas y encajadas con un sentido de continuidad a lo largo de los dos capítulos principales del libro (aunque también pueden ser leídas de forma aleatoria e independiente). A su vez, hemos dividido dichas piezas en dos partes: una que incluye imágenes e ideas clave sobre cada tema propuesto, y otra que como complemento a la anterior, recoge extractos literarios sobre un amplio abanico de conocimientos que incluyen desde ciencias occidentales como la lingüística o la medicina, hasta saberes ancestrales indígenas como el canto armónico o el trance chamánico.

 

    El motivo de que toda esta información recopilada se presente de forma literal es hacerla llegar al lector de la forma más inteligible posible, evitando reescribir lo ya escrito por otros e inundar el libro con multitud de pies de página y notas adjuntas. Con ello también queremos generar curiosidad e interés por las investigaciones de dichos autores, animando al lector a acceder a sus trabajos si es que quiere profundizar en la información que aquí se reúne.

 

    En este sentido, algunos de los escritores y escritoras con los que hemos contado en mayor medida para estructurar el cuerpo de este libro son:

 

    Anne Baring y Jules Cashford, ya que a través de su libro El mito de la Diosa han realizado el recorrido histórico más completo del que tenemos constancia sobre la evolución del mito de la Diosa Madre desde el Paleolítico Superior hasta nuestros días.

 

    Marija Gimbutas, pues su trabajo de recomposición de la cosmovisión indígena europea, así como de los procesos históricos que la hicieron desaparecer paulatinamente a partir del Neolítico y la Edad del Bronce, son imprescindibles para todo aquel que pretenda comprender la prehistoria de nuestro continente.

 

    Josu Naberan, pues en su libro La vuelta de Sugaar enlaza los trabajos de Gimbutas con la cultura tradicional del pueblo vasco (el último pueblo nativo de Europa Occidental), cuya lengua y mitología nos ofrecen pistas valiosísimas para recomponer nuestro pasado robado.

 

    Ignacio Abella, porqué en sus diferentes libros nos recuerda que el País de los Bosques que un día fue Europa, era el hogar y el templo de nuestros ancestros, el escenario en el que nacieron la mayor parte de nuestros mitos y nuestra cultura.

 

    Mircea Eliade, ya que su extensísima bibliografía constituye un extraordinario trabajo recopilatorio sobre las tradiciones espirituales indígenas de todo el planeta, así como del nexo cultural que comparten todas ellas.

 

    Ivar Paulson, pues en su estudio sobre las culturas indígenas del Ártico que se recoge en el libro Las religiones en los pueblos sin tradición escrita, podemos encontrar costumbres culturales y espirituales de pueblos que, hasta hace bien poco, conservaron casi intacta su cosmovisión paleolítica.

 

    Casilda Rodrigañez, porqué a través de sus diversos libros y artículos (casildarodriganez.org) recompone el universo materno que las religiones patriarcales primero y la medicina moderna después, habían condenado al dolor y al olvido. Una aportación, la de esta autora, absolutamente imprescindible para recomponer nuestra originaria naturaleza humana.