* “La relación de los ritmos celestes de la luna y el sol con los ciclos de la naturaleza terrestre, ha sido representada en el arte simbólico de la mayor parte de los pueblos del planeta a través de símbolos cuaternarios (cuatro partes), que pueden representar diversas significaciones complementarias.
Así por ejemplo, a cada cuarto podemos atribuirle un ciclo de la luna o el sol y su proyección simbólica en la vida terrestre. En el primero podemos agrupar a: sol del amanecer - luna creciente - equinoccio de primavera (época de crecimiento de la naturaleza); en el segundo: sol del mediodía - luna llena - solsticio de verano (época de plenitud de la naturaleza); en el tercero: sol del atardecer-luna menguante-equinoccio de otoño (la naturaleza mengua); y el cuarto: noche - luna nueva - solsticio de invierno (la naturaleza se duerme para volver a renacer en primavera).
En esta concepción circular de los ritmos y ciclos de la naturaleza, ha sido precisamente la figura geométrica del círculo la elegida para representar este orden de cosas como símbolo del Todo, lo absoluto, aquello que es infinito porque no tiene ni principio, ni final. En la imagen central de la diapositiva, correspondiente a la Estela de Barros (Cantabria) y que nos sirve como excelente síntesis simbólica del universo espacio-temporal indígena, encontramos que dentro de ese todo circular, aparecen a su vez tres círculos concéntricos. Estos tres círculos representan las tres regiones principales que conforman el llamado Plano Vertical de las cosmovisiones indígenas: tierra, cielo e inframundo. Estas tres regiones espacio-temporales, dónde se desarrollan los distintos niveles de la consciencia humana (físico, mental y espiritual; o consciente, subconsciente y supraconsciente), han sido tradicionalmente representadas por la imagen del Árbol de la Vida, ya que las raíces pertenecen al inframundo, el tronco al mundo medio y las ramas al mundo celeste. Dicho árbol era considerado por los pueblos antiguos como el Pilar del Mundo o Axis Mundi a través del cual se ponen en relación el cielo y la tierra, es decir, los diferentes estados de consciencia (y planos de existencia) humanos.
Pero además de en vertical, este eje cósmico, se expande en horizontal hacia los cuatro puntos cardinales, dando origen al simbolismo de la cruz que, para entender su significado originario, tenemos que visualizarla plana, posada en la tierra, y no vertical como en la tradición cristiana. Dicha cruz o Plano horizontal representa para los pueblos indígenas las cuatro esquinas del mundo, a las que corresponde un determinado punto cardinal (Norte, Sur, Este y Oeste) y un determinado elemento (aire, tierra, agua y fuego). Según esta visión, el círculo central de la Estela de Barros representaría ese centro del mundo que para las culturas indígenas está situado en el territorio concreto que habitan y que, como semilla primordial, si le añadimos agua (lluvia), aire, tierra y fuego (sol) brota creando vida.” Guillermo Piquero